Sopla otro aire, llega otra luz. Los días ganan suavidad, la tierra reverdece y en ese despliegue de vida parece anunciarse prosperidad. Podemos sentirnos inspirados por este ejemplo de creatividad con el que la primavera sale del invierno, fijarnos en el vigor nacido del frío e imaginar nuevos verdores también para los campos de nuestras vidas.
Por severas que se presenten las condiciones, un hálito de vida parece discurrir siempre bajo la superficie, esperando un impulso para progresar. En lo más duro de las travesías personales se dispone siempre de esta posibilidad de bosquejar el futuro, de concebirlo y llamarlo así a venir. Lo que se dibuja es tanto un destino como un camino.
Las circunstancias pueden suscitar una reinvención, empujar a revisar un horizonte difuminado o borrado. Pero a veces son solo ciertos aspectos vitales los que requieren atención, o determinadas habilidades las que piden ser desarrolladas. Surge en cualquier caso la ocasión de pensarse, de imaginarse, con generosidad, confiando en las propias fuerzas y talentos. Tal vez se imponga un giro en la trayectoria profesional o simplemente se decida vivir de forma más positiva.
No importa tanto que el contexto ayude o no a esos deseos: en la medida en que uno se permite considerarse en un escenario diferente empieza ya a sentar las bases del cambio, lo convoca.
Después vendrán los planes de acción, los detalles, la plasmación de lo proyectado, las ayudas quizá...pero en ese primer momento los impedimentos no deberían actuar como coartadas para la inmovilidad.
Toda persona crea de alguna manera su vida: a partir de dones y sus dificultades, de lo que recibe y lo que se le plantea, dispone siempre de un margen de libertad para decidir como vivir y cómo sortear los apuros que se le van presentando. En cada una de esas elecciones se puede disfrutar del proceso, como un artista que trabaja en su ora, esforzado pero gozoso.
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