La capacidad de gestionar bien
el tiempo es una habilidad que las empresas valoran cada vez más en sus
trabajadores, ya que este factor mejora la productividad y la competitividad de
la organización.
Un profesional polivalente que ejecute muchas tareas en poco tiempo siempre es rentable. Pero alcanzar ese nivel no es fácil. El primer paso para lograrlo consiste en reflexionar sobre cuál es nuestra misión en la empresa y qué objetivos debemos cumplir en ella.
El siguiente es analizar las tareas concretas que tendremos que llevar a cabo para lograr esos objetivos y decidir cuáles nos corresponde ejecutar directamente y cuáles podemos delegar o debemos traspasar a otros departamentos pues no son de nuestra competencia, aunque por algún motivo alguien nos las ha asignado.
'Retornar' trabajos es uno de los puntos más delicados, pero también uno de los más importantes si realmente queremos centrarnos en el core business de nuestra actividad.
Una vez delimitada ésta, convendrá que reflexionemos sobre el tiempo que requiere cada una de las tareas que hemos de ejecutar, y si la suma supera el total de horas de nuestra jornada estudiaremos la posibilidad de reducir el tiempo asignado a cada tarea mediante un nuevo sistema de trabajo.
En ocasiones, la pérdida de tiempo está causada por hábitos obsoletos que sin embargo seguimos utilizando pues hemos fijado en nuestra mente un patrón de trabajo muy rígido. Casi siempre es posible hacer una misma labor de otra forma y obtener un buen resultado o al menos un resultado aceptable.
Pero si realmente el volumen nos supera y no es posible realizar todo el trabajo ni con la mejor de las planificaciones convendrá que nos planteemos hablar con nuestros superiores y exponerles la situación.
Un profesional polivalente que ejecute muchas tareas en poco tiempo siempre es rentable. Pero alcanzar ese nivel no es fácil. El primer paso para lograrlo consiste en reflexionar sobre cuál es nuestra misión en la empresa y qué objetivos debemos cumplir en ella.
El siguiente es analizar las tareas concretas que tendremos que llevar a cabo para lograr esos objetivos y decidir cuáles nos corresponde ejecutar directamente y cuáles podemos delegar o debemos traspasar a otros departamentos pues no son de nuestra competencia, aunque por algún motivo alguien nos las ha asignado.
'Retornar' trabajos es uno de los puntos más delicados, pero también uno de los más importantes si realmente queremos centrarnos en el core business de nuestra actividad.
Una vez delimitada ésta, convendrá que reflexionemos sobre el tiempo que requiere cada una de las tareas que hemos de ejecutar, y si la suma supera el total de horas de nuestra jornada estudiaremos la posibilidad de reducir el tiempo asignado a cada tarea mediante un nuevo sistema de trabajo.
En ocasiones, la pérdida de tiempo está causada por hábitos obsoletos que sin embargo seguimos utilizando pues hemos fijado en nuestra mente un patrón de trabajo muy rígido. Casi siempre es posible hacer una misma labor de otra forma y obtener un buen resultado o al menos un resultado aceptable.
Pero si realmente el volumen nos supera y no es posible realizar todo el trabajo ni con la mejor de las planificaciones convendrá que nos planteemos hablar con nuestros superiores y exponerles la situación.
Planificar
con criterio
La
agenda es una herramienta básica a la hora de organizar la jornada laboral, la
semana e incluso la previsión de tareas a medio y largo plazo. La utilizaremos
para anotar el listado de tareas diario ordenándolas de forma lógica. Primero
las más urgentes, aunque sean las que menos nos gustan (eso no va a hacerlas
desaparecer) y luego las menos relevantes.
Ahorraremos tiempo si
agrupamos las tareas por afinidad y franja horaria. Las
llamadas y visitas, mejor a primera hora, cuando el personal llega a las
empresas. Si no es posible agrupar las tareas debemos ir revisando la agenda
periódicamente para no dejar trabajos pendientes.
A cada tarea debemos
asignarle un tiempo y ceñirnos a él en la medida de lo posible,
si no corremos el peligro de caer en la Ley de Parkinson, que dice: Se tarda
tanto en terminar un trabajo como tiempo se tenga para ello. Pero hay que ser
flexibles, no podemos prever cómo irá el día: si surgirán imprevistos, si
recibiremos muchas llamadas, si tendremos problemas informáticos, etc.
También hay que reservar
momentos para descansar y otros para pensar, algo que no
siempre hacemos, abrumados por el día a día. Pensar es indispensable para
evaluar el trabajo realizado, planificar el que ha de venir, crear, innovar y,
en definitiva, ser más eficientes.
Al final de la jornada
destinaremos unos minutos a revisar qué tareas hemos completado y cuáles no y
ajustaremos la agenda del día siguiente. Aplicar toda esta
estrategia requiere tiempo, pues para cambiar un hábito se necesita constancia
y voluntad.
El tipo de personalidad también influye en ello. Los
profesionales controladores y paternalistas son los que lo tienen peor. Los
primeros siempre salen tarde pues no se fían de su equipo y lo quieren revisar
todo, y los segundos porque absorben más trabajo del que pueden realizar.
Ladrones
de tiempo
Los
ladrones de tiempo son esa suma de imprevistos que nos resta minutos e incluso
horas de trabajo efectivo. Detectarlos nos ayudará a combatirlos. Estos son los más destacados:
·
Visitas inesperadas. Si
las hace una persona con la que se tiene confianza se le puede emplazar a
solucionar el tema a tratar en otro momento.
·
Reuniones. Hay
que entrar en ellas con un orden del día y procurar ceñirse a él para evitar
divagaciones que alarguen el encuentro innecesariamente. Si algunos de los
temas no nos incumben podemos pedir permiso para salir de la reunión cuando se
llegue a ellos.
·
Papeleo y lectura. Mejor
redactar sólo lo imprescindible y tener preparado un mismo texto para contestar
a peticiones similares. La lectura, sólo para los documentos necesarios y
haciéndola con cierta rapidez.
·
Desorden. Si
destinamos unos pocos minutos cada día a archivar nos evitaremos perder horas
buscando un papel por la mesa. Cuesta, pero vale la pena.
·
Comunicación ineficaz. Si no
transmitimos mensajes claros es muy posible que los demás realicen mal el
trabajo y tengan que volver a repetirlo, lo cual supone una enorme pérdida de
tiempo. Debemos comunicar con claridad y comprobar que la otra persona ha comprendido
lo que intentamos transmitirle. De la misma forma, hay que escuchar con
atención y preguntar si algo no nos queda claro.
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